Por Lic. Axel Alburez
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El convivir y trabajar en equipo es algo que traemos desde antes que vengamos al mundo. Durante nuestro periodo de gestación ya estamos haciendo equipo con nuestra madre, incluso, para poder ser concebido “necesitas un equipo”.
Idealmente al nacer serás parte de una familia y harás equipo con tus padres y hermanos. En lo posible entrarás a la escuela y universidad donde pasarás a ser parte de un equipo de deportes, de estudio, de los nerds, etc. Al graduarte, buscarás un trabajo y entras a una organización donde integrarás alguno de los tantos equipos de trabajo o proyectos que ahí se forman. Y si crees en la vida después de la muerte, te espera un equipo de ángeles en el paraíso o pequeños demonios en el inframundo, según algunas creencias. Así es, toda la vida te la pasarás perteneciendo a un equipo, a menos que decidas ser un monje ermitaño.
Yo me atrevo a afirmar que nuestra primera escuela de trabajo en equipo es la familia. Ahí aprendemos lo que es el amor, la empatía, a comunicarnos, a resolver conflictos, a crear momentos felices y generar resiliencia ante los retos que afrontamos diariamente. Para los académicos, a los 7 años de edad, un niño o niña ya tiene desarrollada su personalidad y la mayoría de esto, sucede en la familia, e impactará como nos comportemos por el resto de la vida en la sociedad.
El poder que la familia tiene en influenciar las relaciones laborales es definitivo, por ejemplo, para John Whittington en su libro Systemic Coaching & Constallations, afirma “La manera en que encuentras tu lugar y pertenencia en los sistemas organizacionales, es usualmente un espejo de como encontrabas tu lugar y pertenencia en la familia”.
Las familias y empresas exitosas comparten muchas actividades que las hacen únicas en su entorno, liderazgo compartido, definición de metas, practica de valores que les guían, planeación y seguimiento del presupuesto, buenos procesos de comunicación, salud emocional, compromiso, etc.
Durante nuestra gestión laboral, buscamos los más altos niveles de disciplina, compromiso con los resultados, velamos por el bienestar del equipo y de las partes interesadas. Realizamos procesos de rendición de cuentas, hacemos nuestro mejor esfuerzo para comunicarnos efectiva y empáticamente, dominamos el conflicto, generamos espacios de confianza donde las opiniones diversas son escuchadas y atendidas, con el fin de garantizar la sostenibilidad de la organización.
Frecuentemente me cuestiono si el nivel de energía y disciplina que le pongo al trabajo tienen un equilibro con lo que hago en mi familia. Me pregunto si aseguro que los valores de mi familia son practicados, que las acciones diarias de los miembros de mi familia van alineadas con lo que queremos ser, la frecuencia con que nos reunimos para revisar el presupuesto y las estrategias a seguir para la buena educación de los hijos, para que juntos como familia, seamos un buen ejemplo de amor y responsabilidad social.
Sin duda, hay mucho por reflexionar en el tema de la familia como equipo número uno, aceptando que no todo lo que se realiza a nivel corporativo aplica para la familia y viceversa, pero en principio, puedo afirmar que si hay mucho en común, y que sería bueno empezar a practicarlo.
Se dice que la familia es base para toda sociedad, por tanto, si deseamos cambios importantes en nuestra comunidad, te invito a que nos unamos y hagamos realidad las mejores prácticas para ser excelentes compañeros en nuestro equipo número uno, y creemos familias altamente cohesionadas que tengan un impacto positivo en la sociedad a la que pertenecemos.
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